Cacao y Campesinos: experiencias de producción e investigación
Vale la pena estudiar la producción del cacao en el Ecuador. No solamente porque en el 2015, el país exportó 260 toneladas y logró un ingreso de 800 millones de dólares, sino por la mejor calidad, el cacao fino, que hace la reputación del país, está el fruto de las pequeñas y medianas unidades de producción agrícola familiar. Es precisamente eso que el SIPAE y varias universidades (la de Guayaquil, la Central de Quito y la Politécnica del Litoral), han querido mostrar con sus investigaciones.
“Cacao y Campesinos: experiencias de producción e investigación” se inscribe así en los empeños del Sistema de Investigación sobre la Problemática Agraria del Ecuador (SIPAE) por esclarecer las relaciones sociedad, política, economía, producción y vida en el campo. Estudiar el tema del cacao en el contexto de estas relaciones, relaciones cambiantes a lo largo de la historia de construcción y desarrollo del país, ha concitado no poco interés, aunque centrado, por cierto, más en su dimensión económica. Como se sabe, se trata del primer producto con que, desde la Real Audiencia de Quito empezaría a perfilarse un modo de producir “especializado” que iría tomando fuerza en torno al monocultivo, a través del cual se establecería más tarde, ya en época republicana, la principal forma de dependencia comercial de nuestro país.
Muchas enseñanzas importantes salen de estos estudios. La principal es que es posible organizar una producción eficaz de un producto agrícola, sobre la base de la agricultura familiar campesina. Se trata de una realidad comprobada, lo que significa que se puede, por lo menos teóricamente, reproducir en otros sectores de la agricultura.
Sin embargo, la historia de este establecimiento de esta manera de producir manifiesta también que no fue fácil realizarla. Ella fue el resultado de una larga lucha campesina, después del desmantelamiento de las haciendas. También se comprobó la necesidad de una organización. Pequeños campesinos aislados no tienen la capacidad de sobrevivir en la configuración contemporánea del mercado. Eso vale para el ciclo agrícola entero, desde la producción hasta la comercialización, especialmente par aun producto de alta calidad.
Las universidades han tenido un papel para el mejoramiento de la calidad de las semillas, los insumos orgánicos. Las ONGs internacionales del comercio justo han jugado un papel esencial en la comercialización internacional, una dimensión compleja de esta actividad económica. Un apoyo institucional fue igualmente necesario y el éxito del sector ha sido el resultado de la articulación con diversos niveles de Gobiernos descentralizados (GAD) (provincias, cantones, parroquias). Está presente también la acción de un sector del MAGAP para asegurar servicios.