ULAAN BAATAR…LA NIEBLA GRISACEA DEL CIELO AZUL,
Mandar, el conductor que me recibe en el aeropuerto, tiene un gran vientre. Sentado en su sillón de la furgoneta UAZ, de fabricación rusa, con una especie de caja de jabón puesta en el chasis 4X4, propia de la gran época de la URSS, solo le faltan dos centimetros a Mandar para que su vientre bloquee la dirección del volante. Pero Mandar no es solo un gran vientre: sobre todo es el fiel conductor de la Féderation des Eleveurs de l’Arkhangaï (Federación de ganaderos de Arkhangaï) y un conductor experimentado que hace frente a todos los caminos en las montañas y altas estepas mongoles donde el alquitrán deja paso a la nieve.
Tambaleándonos en esta furgoneta rusa, me doy cuenta, a pesar del dibujo de los años 40, de su reciente fabricación, Mandar nos deja tras una conducción vacilante y prudente en el centro de Ulaan Baatar. La estepa mongola le es más familiar que las arterias de semáforos y rotondas de la capital.
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